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Acercan sus orillas ...

miércoles, 13 de abril de 2016

Como nube de azúcar

[Como siempre]
Otra vez una página en blanco,
 y tanto que sacar de mi interior
de nuevo un espacio, un nombre, una razón

En una soledad buscada
[a la vez obligada]
en la que me siento tranquila,
sin agobios sin prisas,
donde las letras sangran,
 son  escarlata,
donde la razón se olvida
y priman los sentimientos.

De nuevo comenzar a caminar,
 con un placebo que me engaña,
que me susurra ser bálsamo,
 que no me hace nada.

Surgirán las palabras enredadas
entre férreos leños en el bosque de la esperanza,
a lo lejos una playa decorada de palmeras,
 paisajes imaginaros,
tus huellas en la arena
mi boca besando [tu] mar.


*Sueños*
¿Como se [d]escriben los sueños?
sin que se desmoronen en la punta de la lengua
cuando se leen,
sin romperse cuando se escriben
sin que se evaporen cuando se visualizan
Todas las palabras son reales
y los sueños nunca serán palabras
hay un antes y un después
o un durante
para el momento en que el sueño
se enrosca como una nube de azúcar
y con los ojos cerrados lo saboreamos 
en silencio 
MaRía

                        Cuando era niña, mi padre y yo teníamos un ritual nocturno. Después de rezar mis veintiún bismalá, él me metía en la cama, me arropaba, se sentaba a mi lado y me quitaba los malos sueños de la cabeza pellizcándolos entre el índice y el pulgar. Sus dedos iban de mi frente a mis sienes, para luego buscar con paciencia detrás de las orejas y en la nuca, y con cada pesadilla que me arrancaba chasqueaba los labios, haciendo el ruido de una botella al descorcharse.

            Metía los malos sueños, uno por uno, en un saco invisible en su regazo y ataba su cordel con fuerza. Entonces hurgaba en el aire en busca de sueños felices con que reemplazar los que había quitado. Yo lo observaba ladear un poco la cabeza, con el cejo fruncido y los ojos moviéndose de aquí para allá como si tratara de oír una música distante, y contenía el aliento, esperando el instante en que esbozaría una sonrisa, canturrearía «Ah, aquí hay uno» y ahuecaría las manos para dejar que el sueño le aterrizara en las palmas como un pétalo que caía caracoleando de un árbol. 

         Y entonces, muy suavemente, pues mi padre decía que todas las cosas buenas de la vida son frágiles y se quiebran con facilidad, alzaba las manos y me frotaba la frente con las palmas para meterme la felicidad en la cabeza. 
—¿Qué voy a soñar esta noche, baba? —quería saber yo.
 —Ah, esta noche... Verás, esta noche es especial 
—contestaba siempre antes de contármelo.

 Y las montañas hablaron [Khaled Hosseini]